martes, 27 de abril de 2010

Carta del Jefe Seattle

Para comenzar que mejor que hacerlo con tan sabias palabras escritas en 1855

“¿Cómo pueden comprarse o venderse el cielo o la tierra? La idea nos resulta extraña. Si la frescura del aire y el centelleo del agua no nos pertenece, ¿cómo pueden comprarse? Cada parte de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada aguja de pino resplandeciente, cada orilla arenosa, cada niebla en los oscuros bosques, cada pradera, cada insecto. Todos son sagrados en la memoria y la experiencia de mi pueblo…
Si os vendemos nuestra tierra, recordad que el aire es precioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con toda la vida que sustenta. El viento que dio a nuestro abuelo su primer aliento también recibió su último suspiro. El viento le da a nuestros hijos el espíritu de la vida. Así que si os vendemos nuestra tierra debéis mantenerla aislada y sagrada, un lugar adonde un hombre pueda ir a saborear el viento endulzado por las flores de la pradera.
¿Le enseñaréis a vuestros hijos lo que nosotros les hemos enseñado a los nuestros, que la tierra es nuestra madre? Lo que le ocurre a la tierra le ocurre a todos los hijos de la tierra.
De esto estamos seguros: la tierra no le pertenece al hombre. Todas las cosas están conectadas como la sangre que nos une. El hombre no teje la red de la vida, no es más que una hebra de ésta. Lo que le haga a la red se lo hace a sí mismo.
De una cosa estamos seguros: nuestro Dios es también vuestro Dios. La tierra es preciosa para Él y dañarla es despreciar al Creador”.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario